Un reconocido crítico de los medios de comunicación dio la voz de alarma en 1960 acerca de las adquisiciones corporativas de periódicos y los despidos de cientos de periodistas. Le preocupaba que el poder de la prensa comenzara a concentrarse en muy pocas manos.
Fue en su columna en el New Yorker, The Wayward Press, que A.J. Liebling lanzó una de sus líneas más memorables en un paréntesis:
La libertad de prensa está garantizada solo para aquellos que posean una rotativa (New Yorker, 14 de mayo de 1960, p.109, paywall).
Liebling, de Slate.com |
Lo que todavía es cierto hoy en día es que los propietarios de los periódicos se concentran en mantener sus márgenes de ganancia y están despidiendo a periodistas para lograrlo. La industria de los periódicos y las revistas ha eliminado 54.000 puestos de trabajo periodísticos desde 2003.
Pero lo que ya no es cierto es que los periódicos monopolicen la producción y distribución de noticias. Todas las personas que tienen una computadora y cuentan con conexión a Internet hoy tienen acceso a su propia imprenta. Ya no tienes que ser un magnate para publicar tus opiniones.
La gran pregunta es si puedes conseguir que alguien te escuche.
El control de la opinión pública
Los demonios de Liebling han sido derrotados; ya no dominan el discurso público del modo en que solían hacerlo. Lo que es menos sabido es que hay un nuevo grupo de monopolizadores. El discurso público está concentrándose en manos de un puñado diferente de entidades corporativas que no son periódicos ni empresas de medios.
Para informarse sobre el mundo, hoy los usuarios ponen su confianza en Google, Facebook, Yahoo, Twitter y otras plataformas cuyos algoritmos nutren los canales web de noticias. Para algunos, estas plataformas son su principal fuente de información.
Liebling no previó estas plataformas de Internet, pero sí le preocupó de qué manera las corporaciones podían manipular a la opinión pública. En la década de 1950, los especuladores corporativos estaban comprando y cerrando decenas de periódicos con el objetivo de hacer que un negocio extremadamente rentable lo fuera aún más. Cientos de periodistas fueron despedidos y los periódicos con voces disidentes fueron silenciados.
(Un cuento personal: mi hermano perdió su trabajo como repartidor de periódicos cuando el Cleveland News cerró en 1959. Yo era un editor del Columbus Dispatch en 1986 cuando este se convirtió en el único diario de la ciudad tras el cierre de Citizen-Journal, que era, a su vez, producto de una fusión de 1959. El Cleveland Plain Dealer de mi ciudad natal se convirtió en el único diario de allí tras el cierre del Press en 1982; las consecuencias negativas que tuvo esto para la libertad de prensa fueron destacadas recientemente por Jay Rosen).
Pocas opciones para los periodistas
A partir de estas fusiones, Liebling notó una tendencia por parte de los nuevos propietarios hacia puntos de vista más uniformes y conservadores:
Lo que te encuentras en una ciudad que tiene un solo periódico es un servicio público de propiedad privada que está constitucionalmente exento de cualquier regulación pública, lo que supondría una violación a la libertad de prensa. En cuanto a la libertad del periodista individual en una ciudad así, se corresponde exactamente con lo que el dueño del medio le permita. Y el periodista no puede irse al periódico opositor porque este no existe.
Liebling reaccionó con amargura a todos los discursos entusiastas que escuchó en la reunión anual de la American Newspaper Publishers Association. Como resultado de todas las fusiones, los señores de la prensa predecían más ganancias y más eficiencia, así como un mejor periodismo.
Liebling no creía en nada de eso. Su respuesta crítica apareció bajo el titular “¿Perteneces al periodismo?”, que era el mismo título de un libro que procedió a criticar. El libro había sido escrito por editores y dueños de periódicos que instaban a los jóvenes a seguir una carrera en el romántico campo del periodismo.
Destacó con ironía la siguiente frase de un propietario: “Los ingresos de los periódicos en general son bastante uniformes y el peligro de perder el empleo debido a crisis económicas repentinas o temporales es remoto”.
Por supuesto, añadía Liebling: ¿qué se puede esperar del propietario de un periódico que no tiene competencia? (Se refería al Daily News, de la ciudad de Longview, Washington, que finalmente fue vendido a una cadena y ahora es propiedad de Lee Enterprises, corporación que posee 50 periódicos).
A raíz de las crecientes fusiones, Liebling escribió:
Si un periodista está trabajando en una ciudad en la que hay dos propietarios de periódicos, tiene un 50% de probabilidades de quedarse sin empleo en cualquier momento y, si en esa ciudad hay tres, tiene un 66% de posibilidades de terminar en el negocio de las relaciones públicas antes de que sus hijos terminen sus estudios.
A pesar de las predicciones calamitosas de Liebling, el empleo para los periodistas creció junto con las ganancias de la industria durante los 47 años siguientes, hasta que la crisis financiera global y el impacto de Internet golpearan al mismo tiempo.
Google y Facebook mandan
Hoy cualquiera puede escribir y publicar lo que quiera en Internet, pero que ese contenido sea destacado y distribuido depende de que otros lo vean y lo distribuyan en sitios web, blogs y cuentas de redes sociales.
Redes como Facebook y Twitter y motores de búsqueda como Google y Yahoo son cruciales para que un medio de noticias pueda crear una audiencia. Facebook impulsa alrededor del 20% del tráfico a sitios de noticias, y los editores de noticias consultan al chico de 26 años cuyo equipo diseña el algoritmo para averiguar cómo hacer que ese tráfico aumente. Google proporciona alrededor de un tercio del tráfico de los sitios de noticias.
Nada demuestra mejor la importancia de estas plataformas en el futuro de las noticias que la industria que ha surgido en torno a la optimización de los motores de búsqueda y el marketing en las redes sociales.
La mano invisible
Todos los algoritmos que calculan qué es relevante para un usuario están basados en juicios humanos subjetivos y no en el valor de las noticias ni en el interés público, señaló recientemente Jay Rosen. Y esos juicios humanos podrían manipular consciente o inconscientemente la opinión pública.
¿De qué manera las metas financieras de estas empresas afectan la forma en que ajustan sus algoritmos? Google obtiene más del 30% de los US$140.000 millones de publicidad digital que circulan el mundo, según eMarketer. Google y Facebook reciben, en conjunto, más del 70% de los ingresos por publicidad móvil del mundo.
Twitter se está moviendo hacia un canal web filtrado para aumentar sus resultados financieros, según Mathew Ingram de Gigaom.
Desde luego, Internet es lo suficientemente grande como para que nadie tenga que usar Facebook y Google para recibir noticias. Puedes obtenerlas en cualquier lugar, así que ¿por qué preocuparse? El argumento era similar en los días de Liebling, y él no lo aceptó.
En teoría, escribía Liebling, siempre se podía comprar un periódico de otra ciudad si no te gustaba el de la tuya. En la práctica, sin embargo, las cosas no eran tan sencillas. “En cualquier ciudad de Estados Unidos que conozco, conseguir un periódico publicado en otro lado significa tener que ir a un kiosco fuera de la ciudad”, aseguraba, sosteniendo además que estos kioscos eran difíciles de encontrar y solo tenían diarios caros y viejos. Y en los alrededores de los pueblos pequeños no había kioscos a los que ir.
Censura forzada y autocensura
Lo cierto es que la mayoría de los usuarios de Internet – que, según algunas definiciones, son vagos, egoístas e inflexibles–, no exploran más allá de los enlaces más populares y recomendados. Así que lo que Facebook y Google recomiendan tendrá un impacto significativo en el consumo de noticias.
¿Y a quiénes responden Google y Facebook? Puesto que son empresas con cotización en bolsa, su primera responsabilidad es con sus accionistas. Y al igual que con los accionistas de los periódicos, el servicio público y la libertad de expresión no son necesariamente sus prioridades.
Basta con fijarse en la entrada de Wikipedia sobre la censura de Google para encontrar decenas de artículos sobre cómo la compañía ha censurado sus resultados, ya sea voluntariamente o por la fuerza de la ley. En otras palabras, los gobiernos de mano dura pueden filtrar la información que buscas.
En 2008, por ejemplo, Google se rindió ante las exigencias del Pentágono para remover del Street View cualquier imagen de bases militares de Estados Unidos en pos de la seguridad nacional.
La seguridad nacional ha sido invocada con frecuencia para no publicar información. Algunas veces los medios obedecen. Pero si un denunciante quiere que una historia salga a la luz, puede intentar vendérsela a varios medios y alguno de ellos podría publicarla.
Sin embargo, si Google y Facebook obedecen a los pedidos de censura, este tipo de historias tienen menos posibilidad de volverse virales y atraer la atención pública. Las organizaciones mejor equipadas para hacer que una historia se vuelva viral están “vacunando” a las noticias e impidiendo que se propaguen. No volverse viral podría significar no tener noticia alguna. Liebling no lo hubiera aprobado.
Este post fue traducido por Santiago Sánchez, editor de IJNet en español.
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