Cuando descrubrí la banda ancha — en 1997


Estaba buceando en algunos antiguos archivos recientemente y hallé una columna que escribí para el Baltimore Business Journal hace 22 años, cuando era director general del medio.

La columna analizaba cómo la empresa que proporcionaba nuestro servicio de televisión por cable había instalado el cable de fibra-optica en el barrio.

De la noche a la mañana, este nuevo canal de distribución transformó un servicio torpe de conexión telefónica a internet en una autopista de la comunicación a la velocidad de la luz. Ahora, el tono hiperbólico de mi comentario suena un poco vergonzante, dado que se espera de los periodistas un cierto escepticismo ante los desarrollos tecnológicos. Pero visto desde otra perspectiva, el comentario acertaba completamente: La banda ancha era estupenda.

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La columna comenzaba con esta frase: “Las bibliotecas públicas podrían estar en peligro”. Describí cómo utilicé este nuevo servicio para acceder a más información sobre un anunciante del periódico antes de participar en una reunión con su consejero delegado. Una gran parte de mis responsabilidades en esa época era supervisar la venta de la publicidad y mantener las buenas relaciones con los clientes. Era la cara pública del medio.

En la columna, contrastaba la investigación que había logrado en internet con aquella que se podía obtener en la biblioteca:

“Para encontrar más sobre las operationes de la empresa, fui a su sitio en la World Wide Web. Por eso, cada empresa necesita tener un sitio de este tipo en la red”. (Nota: estamos hablando de la situación en 1997.) “Allí pude revisar sus comunicados de prensa, incluso el anuncio de la adquisición de una empresa alemana, los márgenes de beneficios de cada unidad del negocio así como la estrategia comercial a largo plazo. Toda esta información me ayudó a romper el hielo en la reunión con el cliente. Hice esta investigación en mi casa, por la tarde, y era poco probable que la información que iba encontrando pudiera estar disponible en una biblioteca, ni siquiera en una universitaria”.

Investigador en pijama 

El nuevo servicio posibilitado por la fibra-óptica era infinitamente más rápido que el telefónico que teníamos anteriormente, en el que una página web con fotos u otras imágenes tardaba de 20 a 30 minutos en descargarse. Con la banda ancha, la página y todas las imágenes aparecían instantáneamente. Mi entusiasmo exaltado seguía:

“La banda ancha ya ha hecho más fácil la obtención de la información actualizada por parte de los lectores. Hace sólo una década, cuando yo como periodista estaba cubriendo el colapso de las cajas de ahorro en todo el país, utilizaba un servicio de información tan anticuado que parecía el de Pony Express. Para obtener documentos oficiales sobre una empresa de la Securities and Exchange Commission (SEC, Comisión de Seguridad de las Bolsas), se debía llamar a un servicio privado en Washington que luego buscaba los documentos en los archivos de la SEC, los copiaba y los enviaba por servicios de mensajería como FedEx a un coste entre $50 y $100.
Ahora todo era distinto: podía obtener los documentos en la web a través de mi propia cuenta mientras que estaba sentado en casa en mi pijama, y sin pagar nada. Pensaba, ¿no es este un gran país?”

En mi columna aconsejaba a los lectores a que “cada empresa tuviera su propio sitio web. El no tenerlo era como mantener un número de teléfono privado”. Concluí con esta observación: “Internet ofrece a la empresa otra oportunidad para conectar con los clientes y los clientes potenciales según su propia conveniencia y con sus propios términos. Paradójicamente, crea un nuevo tipo de intimidad, a pesar de toda la tecnología implicada en el proceso. En internet, las oportunidades abundan”.

Esta nueva ‘cosa’, la World Wide Web, a la que en ese entonces nos referíamos como “la autopista informacional”, iba a ser una gran herramienta del marketing. En mi entusiasmo, no consideraba la posibilidad de que la autopista informacional pudiera convertirse también en una autopista “des-informacional”.

En el siguiente vídeo, el periodista digital por excelencia Pepe Cervero, lamentablemente difunto hace poco, nos cuenta la historia de la web en España. 



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