La crónica latinoamericana — conciencia y credibilidad


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Para mi clase de técnicas narrativas, estuve buscando buenos ejemplos de la crónica en el periodismo mexicano. Fui al sitio web de una revista con buena reputación en esa área, Gatopardo.

Tropecé con la crónica de “Un narco sin suerte” de Alejandro Almazán y de inmediato me enganchó. Cuenta la historia de un tal Jota Erre, cantante de corridos, seducido por las leyendas de riqueza acumulada por la gente de Culiacán en el negociazo del narcotráfico. El cantante intenta aprovecharse de las bondades de la delicuencia y falla una y otra vez por razones tristes y divertidas. Me pareció una historia a la vez graciosa y espantosa.

La historia es tan perfecta en todos los detalles que me preguntaba si era realmente periodismo o un cuento de ficción. En Gatopardo estaba etiquetada como “Reportaje”.

El engaño de la perfección

En mi experiencia como periodista, he aprendido a ser sospechoso de las historias perfectas: los personajes cuadran perfectamente con nuestras expectativas de un estereotipo, los episodios se desenvuelven perfectamente según las necesidades dramáticas y los personajes usan la frase perfecta en el momento oportuno.

A la gente siempre le gusta repetir este tipo de historias precisamente por su perfección y de todo eso nacen lo que conocemos como leyendas urbanas.

Pregunté a algunos amigos aquí en México si conocían a Almazán y su reputación: ¿es buen periodista? ¿Es creíble? Oí por primera vez el término “periodismo infrarrealista” y leí “El manifiesto del periodismo infrarrealista” de Diego Enrique Osorno. Descubrí que hay un amplio debate sobre si hay una nueva onda en la crónica latinoamericana (gracias a Jorge Tirzo).

La pregunta poco delicada: ¿Inventaste?

Decidí que debía entrevistar al mismo Almazán y hacerle la pregunta: ¿inventaste algo en la historia?

Encontré su cuenta en Twitter, le mandé un mensaje y resultó que ambos estaríamos en un evento apropiado, una presentación sobre la ética periodística auspiciada por la Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano. Almazán fue parte de un panel por ser ganador del premio Gabriel García Márquez en la categoría de crónica y reportaje.

Después del evento, me le acerqué y le hice la pregunta ruda y poco delicada sobre su reportaje. Este personaje Jota Erre, es real? ¿Es una amalgamación de varias personas? ¿Las situaciones de la historia ocurrieron exactamente como las relató o ha agregado un poquito de aderezo? Él dijo que estaba acostumbrado a la pregunta y no pareció nada molesto.

Hay que preguntar

Para él, la verdad está en los detalles y el labor del periodista es recoger estos detalles.

“No hago un periodismo distinto a los demás”, respondió. “Yo salgo a la calle y pregunto. Pregunto y pregunto. La perfección se encuentra preguntando, preguntando, preguntando”.

“Todos tenemos una historia. Si yo te pregunto sobre tus gafas, seguro las gafas tienen una historia. Seguro tu chaqueta tiene una historia. Este anillo tiene una historia. Yo soy muy preguntón y te voy a estar preguntando”.

“Hay que desmostrarle al lector que sabes todo. Cuando cuentas estos detalles pequeños, haces creíble tu historia. Simplemente tienes que buscar los detalles para hacerla más creíble. La crónica es una interpretación que tienes de la realidad. Tú y yo tenemos una interpretación distinta. Podríamos contar una historia de este salón y tú tendrías tu versión y yo otra”.

La conciencia

“Tengo un deber primero conmigo, que es la verdad. Mi verdad. La interpretación de lo que yo ví. La otra es evidentemente con la gente con quien hablé. Yo no puedo traicionarla o distorsionar su historia porque al final la van a leer. Lo que trato de hacer es ser suficientemente honesto”.

Almazán ha recibido críticas por usar fuentes anónimas o cambiar los nombres. Lo hace para proteger sus vidas, dice. Algunas de sus fuentes fueron asesinadas por aparecer citadas en sus historias.

“Ya me pasó. Esos muertos a mí me persiguen toda la vida. Ya no quiero que me persigan más.“

Cuando los editores o los críticos le preguntan sobre una fuente anónima, Almazán los invita a llamar a la persona para verificar los hechos o a acompañarlo a los lugares descritos en las historias para verlos con sus propios ojos.

Lazos al narco Chapo

En el caso del famoso Jota Erre, que tenía lazos con el narcotraficante Chapo Guzmán, él le pidió a Almazán no usar su nombre real por temor a ser matado por los del cartel rival de Chapo. Almazán me dijo el nombre real de Jota Erre y me refirió a ver los videos del cantante en YouTube. Puedo asegurar que sí existen.

Pregunté si el uso del nombre real le podía causar problemas al “narco sin suerte”. Almazán me dijó que probablemente no pues Jota Erre se ha mudado y los eventos tuvieron lugar hace cuatro años. Pero no le había pedido permiso. Decidí no publicar el nombre aquí. 

Almazán ha publicado libros periodísticos, entre ellos Chicas Kaláshnikov y otras crónicas, y una novela basada en la vida de Chapo Guzmán, El más buscado.

Las dificultades de escribir ficción

Una casa editorial le había propuesto escribir la biografía de Chapo pero él se negó.

“La vida de Chapo está rodeada de leyendas urbanas. Periodísticamente no podría hacer una biografía de Chapo. Si yo dijera que esta es la vida de Chapo Guzmán, estaría mintiendo. Lo que hice fue una novela, basada en las leyendas urbanas”.

Le cuesta mucho más esfuerzo y tiempo escribir ficción. “Para mí la realidad es mucho mejor que la ficción. No tengo en mi mente la habilidad de inventar tantas pendejadas”.

En las calles, lo fantástico

La realidad en sí misma contiene bastantes maravillas para ocupar la atención de los periodistas que no necesitan ir “en busca de Macondo”, el pueblo imaginado por el novelista García Márquez, dice el autor.

“En las calles existe lo fantástico. A la literatura hay que robarle todo menos la mentira”.

Al final de nuestra entrevista, Almazán había convencido a este escéptico.

Parece oportuno mencionar que algunos gigantes del periodismo de América Latina, García Márquez y Ryszard Kapuściński, también han sido el blanco de algunos críticos que cuestionaron la veracidad de sus trabajos. La sugerencia es que hubieran manipulado algunos hechos para crear historias más perfectas.

En una clase de periodismo en el periódico El País en 1995, Jan Martínez Ahrens captó este comentario del novelista colombiano:

“El reportaje necesita un narrador esclavizado a la realidad. Y ahí entra la ética. En el oficio de reportero se puede decir lo que se quiera con dos condiciones: que se haga de forma creíble y que el periodista sepa en su conciencia que lo que escribe es verdad. Quien cede a la tentación y miente, aunque sea sobre el color de los ojos, pierde”.

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