El verdadero papel de las universidades siempre ha sido la mejora de la sociedad. Para cumplir con esa función, siempre ha tenido un rol central en la formación de los líderes. Las universidades comunican los valores, la ética, la cultura y la historia de la sociedad a través de estudiosos e investigadores inmersos en esas disciplinas.
Tenemos la tendencia a pensar en la innovación como algo que tiene lugar en el mundo de los negocios, especialmente en el mundo digital. Recientemente, la innovación y el emprendimiento han desembarcado en los campus universitarios. Hasta las escuelas de comunicación han comenzado a reconocer la necesidad de incorporar esas disciplinas a la formación de los periodistas y de otros profesionales de la comunicación.
Mas allá de la comercialización
Para los académicos, que buscan la sabiduría por sí misma, hay algo perverso, casi sucio, en considerar su trabajo con la mirada de la comercialización. Pero la innovación, como se ha visto, va mucho más allá de la comercialización.
Comienza con acciones sumamente creativas. Tiene mucho que ver con la actividad de cualquier artesano o artista, más que con la del comerciante.
Por eso los artesanos y los artistas pasan mucho tiempo en el taller, en el estudio o en el escritorio probando y rechazando. El arte de escribir es re-escribir. El herrero siempre está intentando mejorar sus técnicas. El pintor elabora muchos esbozos para buscar la expresión más impactante. La innovación, por tanto, puede significar mejoras incrementales así como saltos revolucionarios.
En este sentido, el arte y la técnica de los artistas y artesanos tiene mucho que ver con los métodos de los ingenieros y los científicos. Para estos, la esencia de la innovación está en la prueba y el error. La prueba que no funciona no se entiende como un fallo, sino como parte de un aprendizaje.
Creatividad en la monetización
En el contexto de la innovación en instituciones y organizaciones para hacerlas sostenibles, la habilidad de monetizar las nuevas ideas es otra acción creativa igual a la de escribir un poema. No es arte; es comercio. Pero sí es creativa y requiere imaginación; es el arte de posicionar un producto y hacerlo imprescindible para el público.
“Puedes poner mil canciones favoritas tuyas en el bolsillo y escucharlas todo el día” (iPod). “Puedes llevar en tu bolsillo todas las canciones favoritas, tus redes sociales, un GPS, las noticias de la última hora, las fotos familiares, una cámara de vídeo, tu correo electrónico y un teléfono que hace llamadas de larga distancia gratuitas mediante VOIP” (smartphone). “Puedes llevar contigo todos los programas de televisión y las películas que más te gustan, y disfrutarlos dónde y cuando quieras” (Netflix).
Este éxito comercial de la cultura de Silicon Valley es lo que primero captaba la atención del mundo al pensar en la innovación y el emprendimiento. La fiebre contagiaba a los encargados de desarrollo económico en cada pequeño pueblo y en cada gran país del mundo. Todos intentaban replicar los elementos de la fórmula mágica de eso mítico lugar y ponerse la corona del “próximo Silicon Valley”.
Las universidades intentan duplicar cultura de Silicon Valley
Las universidades se unieron al desfile de instituciones que querían capitalizar la cultura y el saber hacer del valle mágico. En las escuelas de dirección de empresas surgían asignaturas, grados y cátedras en disciplinas de emprendimiento. Sus enfoques mezclaban la teoría con la práctica, y aspiraban a convertirse en incubadoras de los próximos emprendimientos que irrumpirían en el mercado frente a los agotados modelos antiguos.
De este modo, intentaban crear sistemas para llevar la innovación del laboratorio y del aula al mercado. Por supuesto, esos programas podrían crear un flujo de caja importante, como el que alimentaba la caja de la famosa Stanford University, en el corazón de esa cultura.
Muchas razones pueden explicar este fenómeno, pero una sobresale entre todas ellas: la industria de la comunicación, y en particular el sector periodístico, estaba en crisis, y los métodos tradicionales de gestión de los medios ya no funcionaban.
Hace dos años tuve la oportunidad de recorrer algunos de los programas más notables de periodismo emprendedor en Norte América. Puede visitar y ver el funcionamento de ocho de ellos – entre otros los de Arizona State University, Columbia University, y Northwestern University-, pero había ya muchos más.
Cambios en el mercado laboral
En 2014 asistí a una cumbre de unos 50 profesores de periodismo emprendedor en la City University of New York (CUNY). Una de las conclusiones de la cumbre resaltaba sobre las demás: hay una demanda creciente de este tipo de asignaturas, justificada por grandes cambios en el mercado laboral, no solo en Estados Unidos sino en todo el mundo.
Los periodistas profesionales ya no van a tener carreras largas y estables en un solo medio. La trayectoria más probable será trabajar en una serie de proyectos que podrían durar algunos años, no toda una vida. Lo importante no será la marca del medio donde se trabaja, sino la marca personal y profesional que el periodista desarrolle gracias a una serie de experiencias muy variadas. Y la capacitación nunca terminará si el periodista desea mantenerse competitivo.
CUNY tiene probablemente uno de los programas más innovadores sobre periodismo emprendedor. Su enfoque es ofrecer a los estudiantes capacitación que necesitan en tecnología, marketing y negocios para lanzar su propio medio u otras iniciativasde comunicación digital. Muchos de los participantes vienen de fuera de los Estados Unidos. La demanda es global.
Periodismo emprendedor en España
En España, el interés por los programas de innovación y emprendimiento también crece día a día. En junio de 2014, un congreso similar al comentado tuvo lugar en Cuenca, en la Universidad de Castilla-La Mancha. Bajo el título “Periodismo Emprendedor, una Esperanza Renovada”, unos 25 profesores de comunicación debatieron sobre la importancia de esas disciplinas en la formación universitaria.
La periodista Silvia Cobo sintetizó la situación de los emprendimientos periodísticos en España: algunas luces (por ejemplo, la explotación de nichos descuidados como por los medios locales), sombras (dependencia excesiva de la publicidad) y desafíos (el desarrollo de múltiples fuentes de ingresos para los nuevos proyectos).
Como sucede con la implantación de la cultura del emprendimiento en el mercado, también al incorporarse a la formación universitaria este campo de estudio y de aprendizaje debe afrontar buen número de retos. Pero hay muchos ejemplos (incluso en este blog) de periodistas emprendedores de España que sobreviven y prosperan.
(Adaptado y condensado de “Innovación en comunicación: un arte que los humanistas necesitan aprender y enseñar,” en Revista Empresa y Humanismo, XVIII, 2 (2015), 83-106.)
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