‘Interrumpimos esta clase para darte noticias de tu ex’


En mi papel de profesor, me pregunto frecuentemente qué impacto tienen mis clases en las mentes de los alumnos. Honestamente, ¿cómo es posible que cualquiera persona preste atención a una clase al cien por cien durante 45 minutos? ¿Es posible que a veces se distraiga?

Mientras explico la teoría de las externalidades del mercado, todas las empresas mediáticas del mundo están compitiendo conmigo por la atención de esos alumnos. Todas están deseando desviar las miradas de los alumnos desde mi powerpoint hacia los mensajes de sus anunciantes en los móviles.

La industria de la distracción ha desarrollado herramientas cada vez más poderosas para distraer  a la gente de lo que están haciendo para mirar a las pequeñas pantallas. Aprovechan timbres, vibraciones, destellos, y quién sabe qué más.

¿Qué persona podría seguir escuchando mi discurso tras recibir una notificación en su móvil en la que su ex-pareja ha comentado algo sobre una nueva foto en su perfil? ¿O una alerta en la que se comenta una noticia sobre las últimas declaraciones tontas de un presidente? No hay punto de comparación.



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El experimento de las notificaciones

Hace poco decidí hacer un pequeño experimento con mi asignatura de la Economía de los Medios de Comunicación en la Universidad de Navarra. Pedí a los alumnos que contaran el número de notificaciones que recibían de todas sus fuentes de noticias y redes sociales durante los 45 minutos de la clase. 

Notificaciones recibidas en 45 minutos

  • 10 alumnos recibieron de 1 a 5 notificaciones
  • 8 recibieron 6 a 10
  • 12 recibieron 11 a 20
  • 5 recibieron 20+
  • 1 no recibió ninguna
Las principales fuentes de estas notificaciones (o interrupciones, si se prefiere)
  • WhatsApp
  • Instagram
  • Facebook
  • Snapchat
Durante esos 45 minutos, en medio del experimento, los alumnos se comportaron bien, prestaron atención, respondieron a preguntas y permanecieron atentos.  

Al final, les pregunté sobre las implicaciónes que esas notificaciones tenían en sus vidas y cómo les afectaban. Las respuestas son ilustrativas.

‘Nos gusta recibirlas ‘

Por una parte, en el lado positivo, algunos alumnos, especialmente los de América Latina u otros países distintos a España, dijeron que les gusta mantenerse en contacto estrecho con sus familiares y amigos del extranjero en cualquier momento.

Otros comentaron que esta conectividad les alegra, especialmente cuando alguien les brinda un “like” a una foto u otro contenido compartido.


From the New Yorker

‘Es intrusivo’

Por otro lado, en cuanto a sus aspectos negativos, un alumno comentaba que sus amigos se enojan o se preocupan por él si no les responde dentro de dos o tres horas desde la recepción del mensaje. Por ello, se siente en cierto sentido un prisioniero.

Piénselo. La expectación de conectividad constante se ha vuelto muy alta.

Otra alumna comentó que la atención a las notificaciones se inserta en la comunicación de cara a cara. Sus amigos ignoran a ella y se dedican completamente a comentar los mensajes en el móvil.


Encadenada a la oficina

Una alumna puso por escrito una experiencia intersante del mundo laboral, al menos en el sector de los medios:
“Las notificaciones, en cuanto generan inmediatez en la respuesta a un mensaje o un update, también generan expectativas de parte de los empleadores hacia sus empleados, a saber, que estén dispuestos a cualquier hora, estén donde estén  (o por lo menos, así sucede en ambientes laborales en empresas de comunicación).”

“Tuve la oportunidad de formar parte de una redacción de un diario de noticias en mi país durante dos meses este año, y justamente muchos de mis colegas se quejaban de que no les dejaban en paz con los mensajes que les llegan al móvil. Para poder descansar, se desconectaban totalmente del mundo, o mantenían dos móviles: uno para uso personal y otro para uso laboral”.

Accidentes y distracciones

La percepción de los peligros de la conectividad ha llegado a tal punto, que lo primero que nos preguntamos cuando nos enteramos de un accidente mortal que involucra a un vehículo –ya sea un auto, un autobus, un tren, avión etc.– es, ¿”Estaba el conductor o el piloto ebrio o intoxicado?” La segunda pregunta, hoy en día, es, ¿”Estaba enviando mensajes o mirando a su móvil?”


Teniendo en cuenta las tremendas presiones económicas que los medios de comunicación de todo tipo están experimentando, podemos esperar que la industria invente herramientas aún más sofisticadas para hacer que los usuarios presten atención a las alertas sobre noticias internacionales, eventos familiares, fotos de parejas y “exes” y, por supuesto, de anuncios molestos.

Sin embargo, una parte de mi trabajo como profesor es eseñar a los alumnos, esos jóvenes vulnerables, cómo podrán atraer en el futuro a la gente, a las audiencias, para que lean sus mensajes. ¡Qué ironía!


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